PASEO POR LO PRIMORDIAL

La obra de Carolina Illán plantea nada menos que la rectificación del Génesis. Es de una materia dúctil, fluyente, y resistente y poderosa, de la que está hecha la primera mujer; y no de la trillada costilla adánica.  Leche, agua, arena son materiales que moldearon y en los que ella sigue moldeando sus miembros. Ninguna forma rígida, ni una forma débil, sino materia primordial, pregnante, que anuncia aquí o allá los preciados contornos femeninos: únicos límites (fogonazos voluntarios, queridos por la artista), únicos e imprescindibles cauces que circulan entre el espectador y lo representado, desde un fondo oscuro.

Esto es una provocación, una invitación a reflexionar, pero qué arte no lo es, y especialmente cuando el artista pone en juego el saber de lo femenino que se interpreta a sí mismo, o cuando la mujer toma en arte su voz propia. Su mirada propia.

Algo así ocurrió con Rolla de Henry Gervex, un escándalo el poema de Alfred de Musset en que se inspira, pero un escándalo mayor la pintura de 1878, porque ahí la mirada de la mujer desnuda ocupa el centro del cuadro y sus ropas dispersas (ligueros, corsés) se mezclan aún en la cama con las prendas del hombre; la cama, esa materia tan blanca. Que admite todo. Como el corazón del hombre. Quizá por eso Rolla (esa pintura de una prostituta parisina) ocupa la portada de la novela de Javier Marías Corazón tan blanco. Eran tiempos aún en que la violencia sobre la mujer se achacaba a causas sociológicas (en el fondo, económicas), la pobreza estaba en el origen de la prostitución y cualquier lacra social, miseria, depravación o  injusticia afectaban a ambos sexos. Así lo denunciaba el arte. Con bendita ingenuidad. Aún no había aparecido el hoy imperante psicologismo que atribuye el mal a una esencia machista, ni aún menos había dado visos de existir la crítica feminista a la cultura corrompida de patriarcado.

La artista avanza en la disidencia provocativa, ahora histórica. No solo aquella materia fluida, “femenina”, es todo lo asociable a la mujer y a la mujer de esta época moderna. También el hierro, el acero, los materiales “masculinos” industriales, asociados a puentes, autopistas, estos símbolos duros materiales de la civilización son transitados y disociados por la mujer.

Esa ruptura, esa mezcla, es de nuevo lo provocativo, igual que en Rolla de Gervex: y ahora la cama-lecho es el mundo, la vida de hoy, donde la mujer se ensancha y rompe los compartimentos trillados.

Una mujer en la bañera atravesando, quizá, el puente de Brooklin, o desafiando la imaginación de Eiffel, sobre París, dilata el mundo hacia el futuro…

El poeta Pedro Salinas cantó la necesidad de detenernos ante la prisa de nuestra civilización mecánica. Simbolizan en su poesía ese tiempo ausente, que no dedicamos a la contemplación, las ventanas, un alféizar, las orillas de un río o las aceras de una ciudad, los puentes,  y…. hubiera añadido las bañeras, si hubiera visto las fotografías de Carolina Illán.

La artista invita a imaginarnos el vuelo de la materia hecha mujer, llama a la reflexión sobre qué hemos hecho con nuestro querido progreso. (¿No seguirá habiendo hoy pobreza de espíritu y material, y por ende la causa del mal?). Además, nos regala una poesía daliniana: homenajea en cierto modo a la Muchacha en la ventana de Salvador Dalí, en esa chica de espaldas, saliendo de la bañera; de otro modo, también a la Primavera de Botticelli, cuando la chica se vuelve de frente al espectador…. Y siempre como la Venus mítica naciendo de una concha,  la mujer hoy, para esta artista actual, reinventándose desde una bañera.

Doble homenaje, poético y pictórico, poema y mito que narra una ginegénesis (la formación de la primera mujer) convertible y compatible con una antropogénesis (formación del ántropos, de lo primordial humano).

Paseo por lo primordial del ser humano y de la naturaleza, a través de la síntesis de cultura, arte y poesía: en esto, finalmente, creemos que consiste el homenaje que la mirada de Carolina Illán realiza a la feminidad en sus imágenes.

 

  Fulgencio Martínez